La bioconstrucción es una disciplina dentro del mundo de la arquitectura que aspira a desarrollar un modelo de respeto y compromiso con el medioambiente. Basa sus principios en el uso sostenible de la energía y los recursos, prestando atención al impacto ecológico que ocasiona el ejercicio de la construcción y aprovechando las herramientas y soluciones que nos brinda el propio entorno.

No obstante, el desconocimiento de esta rama de la arquitectura y sus técnicas ha originado una serie de prejuicios que ponen en duda su valía. Por ello, en este artículo vamos a tratar de abordar y desmentir los principales mitos relacionados con la construcción con materiales naturales.

“NO ES TAN RESISTENTE COMO UNA CASA DE VERDAD”

Los materiales estructurales más utilizados en la bioconstrucción son la madera, la piedra y la tierra. Todos ellos están contemplados en las normas de la construcción y son usados comúnmente en la arquitectura convencional. Al igual que sucede con otros materiales como el hormigón o el acero, existen multitud de ensayos y de métodos de cálculo de resistencia que nos permiten adecuar el sistema constructivo a las necesidades de cada proyecto.

Existe la creencia de que, al realizar una casa con paredes de paja, esta se puede derribar de una patada o, incluso, con un soplido, como hacía el lobo en el conocido cuento de ‘Los tres cerditos’. La realidad es que esta paja siempre va cubierta de una capa de mortero para conseguir estabilidad estructural, ignífuga e higrotérmica; dotándola de valores similares o mejores a cualquier fábrica de ladrillo y, además, ahorrando energía en su construcción.

“REQUIERE DE MUCHO MANTENIMIENTO”

La realidad es que el mantenimiento de cualquier edificio es imprescindible, ya que hay factores, como las condiciones climáticas o el uso, que degradan el día a día del edificio. Los principales focos de patología en la construcción convencional surgen como consecuencia de una mala praxis en la ejecución y una ausencia de mantenimiento en la vida útil del edificio y sus instalaciones. En el caso de los edificios construidos con principios de bioconstrucción, el mantenimiento será un factor igual de importante que en la arquitectura convencional.

Dependiendo de la solución constructiva y materiales elegidos, el diseño y elección de los mismos deberá minimizar los focos de posibles problemas, como en cualquier otra construcción. Por ejemplo, en una casa construida con principios bioclimáticos, el mantenimiento de las instalaciones es comparativamente menor a un edificio convencional, puesto que el consumo energético del edificio es prácticamente nulo.

“ES MÁS BARATO”

Depende. Es cierto que el hecho de construir con materiales locales y que requieren de poca transformación reduce, además de energía, costes en transporte y en producción. Pero también es cierto que, como muchos de ellos no tienen tanta competitividad en el mercado, los precios del material pueden ser más altos. Por otro lado, la bioconstrucción, además de tener principios de respeto a la naturaleza, también lo tiene respecto a las personas que trabajan en ella. Se defenderá que los trabajadores implicados reciban unos honorarios acordes a las labores realizadas.

La realidad es que el precio de una obra arquitectónica se encarece en función de su complejidad. El precio en una obra puede rondar entre los 1000 y los 1400 el metro cuadrado, en función de las calidades elegidas. A mayor inversión en calidades, mayor ahorro a medio-largo plazo en la vida del edificio. Asimismo, cabe mencionar que, al construir con materiales naturales, además del ahorro energético, se está apostando por elementos menos perjudiciales para la salud.

“SÓLO VALE PARA LAS CASAS EN EL CAMPO”

Son comunes los proyectos de bioconstrucción de un promotor o promotores que quieren hacerse su casita en el campo, lo que contribuye a asentar en nuestra conciencia colectiva que la construcción con materiales naturales está asociada a lo rural. Pero lo cierto es que, actualmente, existen múltiples aplicaciones de la bioconstrucción en núcleos urbanos. Podemos encontrar muestras de ello en España y en multitud de otros países europeos. No obstante, para que haya más ejemplos, resulta fundamental apostar por ellos. La estandarización de sistemas bioconstructivos, la modernización de las técnicas de producción y la actualización de las normativas favorecen que la bioconstrucción sea una alternativa viable en los entornos urbanos. Así, en países como Austria o Alemania, o sin salir de España, ciudades como Valencia, no solo encontramos multitud de ejemplos, sino que cuentan con instituciones públicas y empresas comprometidas a su promoción y expansión.

Toda edificación que se construye en España tiene que cumplir los requisitos establecidos por las normativas reguladoras de la construcción, sean del tipo que sean. No hay excusa. Que una norma en la construcción no exista, no significa que sea ilegal, sino que no existe un documento genérico y parametrizado al que puedas acudir para justificar tu solución. Por tanto, como técnicos, tendremos que justificar su comportamiento en cada caso.

El problema actual que presenta la bioconstrucción en España es que las normativas estandarizadas son limitadas. ¿Esto quiere decir, entonces, que la bioconstrucción no cumple con la normativa? No, significa que tendremos que demostrar el cumplimiento de la normativa con ensayos, es decir, aumentando el tiempo y el esfuerzo dedicado en el proyecto para realizar las pruebas necesarias a fin de llegar a los criterios exigidos.

“NO ES PARA MÍ”

Con la entrada en el mercado de materiales como el cemento o el ladrillo, la arquitectura tradicional (conocida también como “vernácula”), pasó a un lugar de segunda categoría en nuestras conciencias. La realidad es que el ser humano lleva construyendo con materiales naturales desde el principio de las civilizaciones, mientras que la construcción convencional apenas tiene dos siglos de historia. Hay una parte innegable en el desarrollo de los medios de obtención, producción y transformación de los materiales que nos ha permitido alcanzar un alto grado de complejidad en el campo de la arquitectura. Pero la realidad es que los materiales convencionales ocupan un lugar prioritario en el mercado debido a su facilidad para la estandarización y la rapidez en su producción, con la consecuencia de que construimos con calidades bajas y con materiales que son perjudiciales para la salud. Tenemos los medios y el conocimiento para construir con altas prestaciones técnicas, ¿por qué no hacerlo con materiales cercanos, sostenibles y saludables?


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